Tan fuerte tan cerca

[xrr rating=1/5]¿Qué hacía este largometraje nominado a mejor película en los Oscar? En fin, ahí lo dejo.
Nos enfrentamos a una película realmente cursi, donde lo repelente y pedante roza los extremos, incluso para los sensiblones amantes de la tragedia. “Inténtalo, como mínimo será mejor”, decía Mario Díaz en una de sus canciones de hace tiempo. Y Stephen Daldry se ha apropiado tanto de esta frase de la canción, que la ha llegado a tomar como un verdadero mandamiento. El director de “Tan fuerte tan cerca” ha intentado utilizar el catastrófico atentado de las torres gemelas desde el punto de vista de las víctimas para llegar al público. Lo ha intentado y ha fallado. Ha intentado, también, poner los pelos de punta y emocionar con un niño protagonista -honrosa excepción del largometraje- que consigue colarse en el TOP 3 de los crios más pedantes de la gran pantalla. Lo ha intenta y ha fallado, sí. Ha intentado que sus personajes transmitieran el dolor que puede causar perder un familiar de esta manera tan cruenta. Y sí, lo que se esperan: volvió a fallar, one more time.
La película nos habla de Oskar Schell (Thomas Horn), un niño de esos extremadamente inteligentes para tener nueve años. Tras la muerte de su padre en los atentados del 11 de septiembre, Oskar descubre un misterioso sobre con una llave en su interior. Así, siendo consciente de que todas las llaves abren alguna cerradura, se lanzó a la búsqueda de lo qué podría significar aquella llave.
La cinta comienza mostrando la típica familia feliz, donde padre e hijo juegan y se divierten manteniendo una envidiable relación. Por suerte para todos, la presencia de Tom Hanks, que hace el papel del progenitor, dura un suspiro. Ya teníamos suficiente con tener a Sandra Bullock en el papel de la madre. De verdad, ¿era tan difícil decirle que alguna lagrimilla tenía que derramar para llegar a ser mínimamente creíble? Resultaría un chiste decir que la vi emocionarse más en Miss Agente Especial, pero en serio, no es ninguna broma.
Es, a raíz del atentado, cuando Thomas Horn adquiere el cien por cien del protagonismo, y la cursilería y pedantería sobrepasan hasta las esquinas de la pantalla. Pero aún así, y alejándonos un poco de lo repelente que pueda llegar a ser, si la película se salvara por un motivo sería por su interpretación, con la que logra, aunque sea un poco, dar cierta credibilidad a una película, que en ciertos momentos no tiene ni pies ni cabeza. Pero para más inri, el niño se tira más de media película con una pandereta -porque el sonido le calma- cuyo soniquete se queda haciendo eco en la mente de uno horas después de haber terminado, y créanme, es incómodo. También salva la cinta la interpretación de Max Von Sydow, quien acompaña durante un tiempo a Horn en la resolución de la enigmática llave.
En fin, no es más que una búsqueda fallida de la lagrima del espectador. Así que no queda otra que añadir esta cinta al listado de películas cursis no aptas para diábeticos.

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