William McGregor acudió a la 38.ª edición del TerrorMolins para presentar su último trabajo, Gwen. Una película que aborda el impacto que supuso la revolución industrial en el seno de una familia que vive en una zona rural de las colinas de Gales cerca de una mina. Gwen es la hija mayor de una familia de tres (madre y dos hijas) que afronta junto a su madre las dificultades que acarrea la ausencia del padre que está luchando en la guerra.
La adolescente tendrá que ayudar a su madre enferma a superar los obstáculos que se van acumulando día a día: las labores de la granja, el cuidado de la hermana e incluso de la madre, y la presión creciente que ejerce el malvado propietario de la mina vecina. Estamos ante una película incómoda desde el principio, muy bien ambientada y con una fotografía y unos parajes espectaculares pero que sufre a medida que avanza el metraje. Su carencia de ritmo puede resultar fatal para mantener el interés en esta especie de western galés, si se me permite denominarlo de este modo. Y es que en algunos momentos me recordaba mucho a Cold Mountain, salvando las distancias. La interpretación de Gwen por parte de Eleanor Worthington-Cox es para quitarse el sombrero.
Pese a todo, me cuesta ver el encaje de este drama de manual en un festival de terror, aunque en algunos momentos parece que puede virar hacia el fantástico nunca acaba por aprovechar las semillas que parece que va plantando por el camino. Vale la pena resaltar el enorme trabajo de documentación para plasmar las costumbres y supersticiones del lugar con tanto detalle y mimo.
