La fantasia épica vuelve a estar de moda, uno de los mundos más propiamente nerds, que tuvo un fugaz momento de éxito entre el público generalista tras el estreno de la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson, ahora vuelve a ser cool en parte gracias a homenajes como el que ha hecho Stranger Things a Dungeons & Dragons y la cultura rolera en general. Con Onward, parece que PIXAR está dispuesto a que el mundo de la magia, de los elfos y de las aventuras que empiezan en una posada, deje de ser algo reservado a los más frikis.
Poca cosa sabía de esta película antes de verla, pero la imagen de unos unicornios trasnochados, peleándose por la comida que habían encontrado en unos cubos de basura de la típica zona residencial estadounidense, me pareció suficiente aliciente. Onward nos sitúa en un mundo con las típicas criaturas de la ficción fantástica e incluso la mitología, y en el que antaño existía y se practicaba la magia para solucionar muchos de los problemas de la vida. Pero todo eso se fue perdiendo con el tiempo y el avance de la tecnología, llevándonos a un presente en el que siguen conviviendo hadas, elfos y trolls, pero se mueven en coche, trabajan en cadenas de comida rápida, algunos han dejado ya de volar o correr libres, e incluso la magia es ya un cuento de viejas; en definitiva, un mundo como el nuestro, pero con unos habitantes bastante diferentes.
En seguida conocemos a la familia protagonista (sí, este es el típico drama familiar estilo Disney o incluso Spielberg), una madre elfa y sus dos hijos, que perdieron a su padre cuando el más pequeño ni siquiera había nacido. En el 16 aniversario de éste, su madre les da un regalo que había reservado para ambos cuando fuesen mayores: un báculo y un hechizo para hacer que su padre pueda volver un día entero con ellos. El problema es que el joven elfo no está suficiente capacitado para la magia, y solo consigue que vuelvan las piernas de su padre. A partir de aquí empieza la aventura, una road movie protagonizada por los dos hermanos que buscan una piedra que les ayude a completar el hechizo antes de que termine el plazo de 24 horas que tienen para poder ver a su padre (uno de ellos por primera vez).
Su aventura sigue los pasos necesarios de cualquier partida de rol, y para eso está el hermano mayor, un jebi rolero con grandes conocimientos de magia (aunque nula capacidad para utilizarla). Y es que la gracia está en que todo lo que ha aprendido de los juegos de rol está basado en esa realidad mágica que se ha perdido con el paso del tiempo. A partir de aquí, todo se sucede de una forma más o menos esperable, aunque con algunos giros que pueden llegar a sorprender. El impacto original se diluye un poco para irse por derroteros mucho más conocidos y habituales de este tipo de aventuras, perdiendo un poco esa irreverencia original. Quizá la capacidad para mantener a lo largo de toda la cinta ese tono más desenfadado y sorprendente de muchas de las producciones de PIXAR, pero aun así, sigue siendo una película muy entretenida, divertida e incluso emocionante, especialmente hacia el final (ahí sí recuperando la lagrimilla que el estudio sabe sacarle al espectador).
Onward seguramente sea un éxito entre los niños por los muchos elementos divertidos y fantasiosos que aparecen, pero es sobre todo una película que gustará mucho a todos los aficionados a los juegos de rol y a los mundos de la fantasía heroica, especialmente aquellos que han dejado un poco atrás esas largas partidas al Dragones y Mazmorras e incluso al Hero Quest. Esta película les recordará que nunca es tarde para recuperar la magia, y que quizás ahora sea el momento de hacerlo acompañados de sus hijos. Y en ese sentido, Onward me parece todo un acierto.
