Liam Neeson es un caso curioso en el star system americano, compaginando perfectamente papeles de prestigio con otros en plan héroe americano o de acción mezcla de Jason Statham con Bruce Willis pero en plan ciudadano anónimo y sencillo que se convierte en Terminator si le tocan a su familia o debe de luchar por su supervivencia. ‘Sin identidad’, ‘Infierno blanco’, ‘Non Stop’ o la ‘trilogía de la venganza’ (no confundir con la de Park Chan Wook) son películas que funcionaron muy bien y con su presencia casi convertirlas en un subgénero de acción. En este nuevo título la premisa es la misma (un ciudadano ejemplar se convierte en un azote de violencia y venganza) pero su desarrollo y espíritu es muy diferente.
‘Venganza bajo cero’ (‘Cold Pursuit’) se puede pensar fácilmente que es otro capítulo más de esta vertiente profesional de Neeson, pero nada más lejos de la realidad. Primero porque es la versión americana del mismo director noruego que dirige ésta llamada ‘In Order of Disappearance‘; segundo, porque el propio origen noruego del film hace que se parezca más a un Fargo nórdico que al resto de títulos heroicos de Liam Neeson.
Tras un comienzo convencional y lento incluso, ‘Venganza bajo cero’ se sube a una espiral de violencia cruda y fría como el entorno y aderezado picante y acertadamente con un humor negro que contrasta magníficamente con el blanco preeminente de sus paisajes. Su toques tarantinianos (en diálogos, por ejemplo), de filmes asiáticos, incluso de ciertos toques más propios de cómics, hacen de este título un soplo de aire fresco en un género manido, casi gélido como el clima que prima en toda la historia. Una dirección precisa, contundente pero elegante, un guión sin complicaciones pero equilibrado.
La procesión de muertes violentas (contadas y marcadas de un modo original, ya lo veréis), de traiciones y falsas lealtades, de sentimientos tan profundos como lacerantes, campan sin tapujos ni complejos a velocidad creciente hasta el clímax final. Nadie puede negar que es una película de lo más nórdica y el noruego Hans Petter Molland ha sido fiel a su manera de rodar y a sus orígenes sin conceder un ápice a una supuesta o esperable adaptación al modo americano, si bien lo adapta al pasado y presente de la zona que retrata (Tahoe, Denver, estado de Colorado, las reservas indias, sus corruptelas y adaptación a lo occidental sin olvidar sus orígenes a los que les gustaría volver pero no podrán nunca si no quieren perder lo conseguido a la manera blanca). Todo se mezcla con acierto, sin liar al espectador y sin quitar protagonismo a su condición principal, en pequeñas píldoras y detalles de sensibilidad o reflexión pero sin quitarte en ningún momento el chute general de adrenalina.
Nos encontramos con un título disfrutable de principio a fin, directo, crudo, divertido incluso en su contundencia, aséptico a veces pero racial en otras, sin concesiones ni barreras, un divertimento tan cruel y violento como descreído de la condición humana, salvaje como los parajes que también acertadamente retrata, igualmente salvajes los naturales que los urbanos, creando esa sensación que dicha condición está más allá del entorno, insinuando un destino imposible de esquivar, una violencia inherente al ser humano pero unos sentimientos fuertes y a veces contradictorios igualmente inherentes.